lunes, 29 de diciembre de 2008

¡Yo no soy despegado¡

El otro día tuve un pequeño incidente con un vecino de parking. Como tenía urgencia y nuestra plaza de parking estaba ocupada por mi hija, no se me ocurrió “mejor” idea que ocupar otra plaza, próxima a la nuestra. Deseché la posibilidad de ir a un parking público porque me iba a demorar demasiado y tenía que ayudar a la tía, de 91 años, a atender a un técnico de Telefónica que llegaba en cinco minutos.

Avisé al encargado del parking de lo que había hecho, que tenía una urgencia y que volvería en diez minutos. Pero tuve la mala suerte de que el propietario de la plaza apareció nada más abandonar yo el parking…

Cuando volví al cabo de los diez minutos, oí a un señor que, subiendo las escaleras, le decía al encargado, con tono airado “… es que a mí no se me ocurre ocupar la plaza de otro …”. Así que esperé a que aparecieran y le pedí excusas. El señor propietario, al que el encargado le había proporcionado ya otra plaza, aceptó mis excusas pero no renunció a calificarme de bastante despegado y algo egoísta.

Yo no me considero egoísta, así que esa parte de la descalificación no me afectó. Pero lo de “despegado” me dejó bastante mosca. Para salir de dudas he consultado el Diccionario de la Real Academia y define el término como adjetivo coloquial que expresa “ Áspero o desabrido en el trato” o “Poco cariñoso, que muestra desapego”.

Me he quedado tranquilo. Ya sé que hice mal en ocupar una plaza que no me corresponde, pero tengo claro que no soy despegado. Entre otras cosas porque si hubiera sido al revés, es decir que alguien hubiera ocupado mi plaza, y el encargado me hubiera dejado otra, no creo que le hubiera dado tanta importancia. Y desde luego, si el intruso se hubiera excusado, no le hubiera descalificado, y menos en Navidad.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Me quedo con los clásicos

Ul timamente están proliferando los bares con aspecto de tascas y precios “leñeros”. Se les reconoce enseguida: nuevos, con decoración tipo tasca y con grandes pizarras con mucha variedad de pinchos y de vinos.

El servicio no siempre es bueno. Yo he tenido experiencias en dos de ellos, que están muy de moda, en la calle Zabaleta, que hicieron que no volviera nunca más. En uno me encontré un hueso de aceituna dentro del pintxo (casi me dejo un diente) y cuando se lo comenté al dueño le quitó importancia. Me dió una explicación que no se tenía mucho en pie y ni me pidió disculpas. Se me cayó de la lista aquel mismo día.

En el otro, que está pegado al anterior, la cosa fue peor, si cabe. Nos sentamos en una mesa y pedimos unos pintxos y unos vinos. Al cabo de un rato me levanté para pedir en la barra más pintxos y me dijeron que teníamos que dejar libre la mesa porque tenían que dar cenas. Todo ello sin decirnos nada en el momento de sentarnos. Estábamos con unos amigos y en ese momento decidimos, ellos y nosotros, no volver nunca más. Y así ha sido …

Pero además, los precios son altos y muchas veces no responden a nada en especial. Son caros, sin más. Eso sí, no engañan a nadie, porque los precios están muy bien indicados en sus pizarras.

La última experiencia, en un bar con cuchara al lado de San Telmo, incómodo donde los haya (en verano te achicharras y en invierno, si no hay mucha gente, te hielas como no se les ocurra cerrar una de las puertas). El otro día, dos crianzas y dos pintxos (un arroz y una molleja, ambos de materia prima barata), más o menos 9,50 euros.

Al dia siguiente fuimos a Casa Vergara, en la Parte Vieja. Pues bien, dos bitters Cinzano , con un toque de Campari, y cuatro pìntxos 8,70 euros! Y este domingo, en el Paco Bueno, éste sí que hace honor a su apellido, cuatro pintxos, dos bitters Cinzano y otras dos bebidas, 11,70 euros. Con estas comparaciones, vamos a tener que dejar de comer con cuchara.

En definitiva, me quedo con los clásicos, que me dan confianza, buena materia prima, buen servicio y precios razonables. Está claro